El pasado fin de semana facilitamos con Sujey un taller en la ciudad de Chihuahua. El tema fue Relaciones de amor y sufrimiento. Verla trabajar a Sujey me hizo generar una imagen interior sobre la manera que sucede su trabajo clínico: realismo mágico .
El Realismo Mágico, que se manifiesta como un movimiento en la pictórica y la literatura en el siglo XX, también acontece en la terapéutica. Lo que sucedió en el campo del arte terapéutico, y que marca su huella de una manera perdurable, fue la consideración del hombre como misterio, la persona como símbolo, el sujeto como significante abierto a otros significantes, la familia como un universo significante y sistémico. Como alguien en busca de un sentido aún no escrito, dispuesto a navegar por la incertidumbre, a estar disponible para desplegar su potencial. Y, toda esta propuesta, fue dilatada en medio de un estado de cosas y circunstancias hostiles, colmada de los datos realistas que configuraban la terapéutica tradicional y que generan un código sanitario aceptado socialmente, pero que no deja espacio para lo aparentemente inexplicable. En ese espacio cuestionador e inspirador, de irrupción de lo inexplicable en lo explicable, se sitúan personajes como Freud, Jung, Hellinger. Su tarea fue un peregrinar poético o una negación poética que enfrenta la realidad cerrada que desconoce el alma, que habitualmente se denomina psicoterapia y que se reduce a la administración de una técnica. ¿La intención? Volver a recuperar la espiritualidad para la vida. Volver a sacralizar el arte de sanar en la existencia cotidiana. Volver a concebir la práctica de ayuda como la eficacia de lo simbólico, el realismo mágico de las constelaciones vinculares. ¿Qué les parece si consideramos el trabajo de Sujey como la labor creativa que funda el arte terapéutico, aplicado a lo vincular y constelar, del realismo mágico?