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Salud Sistémica: Sintonía, Encuentro y Sanación

Reflexiones de Eduardo H. Grecco y Sujey Alemán

La herencia es un bien sistémico. Y en ese sentido la salud y la enfermedad no sólo son obra de la historia y gestión personal, sino herencia sistémica. De tal manera que, todo síntoma es testimonio de las adversidades y traumas ancestrales, un emergente del sistema, al mismo tiempo que, manifestación de lo que cada persona no pudo procesar en el ayer. El sistema se protege de males mayores y asegura su sobrevivencia con la enfermedad de sus miembros y las personas dan testimonio de lealtad al sistema a través de ella. Como ocurre en otros campos, en la salud se articulan los órdenes del amor y los órdenes de la realidad: la garantía de pertenencia al sistema y la fidelidad a uno mismo, sin entrar en conflicto entre ellos. En el síntoma, en cambio, se escenifica el conflicto entre ambas fuerzas, es decir, la lucha entre los desórdenes del amor y los desórdenes de la realidad. El síntoma es un modo de resolver lo que no se ha podido enfrentar desde el amor, la verdad y la realidad.

Todo en la terapéutica es interacción. El paciente asiste a la consulta con su malestar, con su historia, su contexto, con lo que él es… y además con su sistema. Y el terapeuta con su conocimiento, su experiencia, su intención y… su sistema. Se produce entonces, un encuentro de sistemas, un diálogo intersistémico. El paciente asiste desde su dolor y desde el dolor del sistema del cual es portavoz. El terapeuta facilita el proceso curativo y de sanación desde sus propias fuerzas y, a la par, desde la fuerza curativa que abriga su sistema. En realidad, el buen terapeuta sabe del arte de sintonizarse con el campo sanador de sus ancestros. De allí viene mucha de su fuerza. El gesto terapéutico habita y se nutre de las memorias sanadoras y los actos curativos grabados en el reservorio de las raíces familiares. El ritual sanador, cualquiera sea, es la llave que evoca y trae al contexto de la acción curativa actual las “memorias de los actos sanantes” que moran en el acervo de sus ancestros. Todo acto terapéutico real es, por lo tanto, ritual.

El paciente elige al terapeuta no sólo desde la información aparentemente objetiva o desde su intuición o sentires. También lo hace para cumplir mandatos sistémicos. El encuentro terapéutico es una cita de amor escondida tras una demanda de cura. El sistema del paciente anhela incluir a esa persona-terapeuta como parte de su red. A veces, se trata de un excluido a quien se anhela regresar “al hogar común” a través de una labor “reparadora” que se le pide realizar. En otras oportunidades, representa otras figuras, no necesariamente de conflictos o enredos. Sin embargo, con frecuencia se busca, un terapeuta que no alcance con sus posibilidades a facilitar la cura o provocar cambios significativos. Entonces, ahí, el sistema juega a la renegación del “como si” para que nada se modifique. Pero, en todos los casos lo que hay que señalar es que ninguna elección de terapeuta, médico, psicólogo, odontólogo, etc., es casual o causal. Hay una dimensión de energías sincronísticas que el sistema mueve para que el miembro que padece asista al lugar justo que el sistema espera.

La terapéutica es un sendero que recorren juntos paciente y terapeuta envueltos en la trama de sus ancestros. El terapeuta despliega sus recursos de trabajo que facilitan la cura y la sanación del paciente a la par que él, en el mismo proceso, se cura y sana. Esto ocurre porque la terapéutica apela a las disposiciones humanas de experiencia interpersonal y aprender de la experiencia a través de la co-vivencia.
En esta experiencia interpersonal, que es una dimensión concreta de la existencia, la persona se experimenta a Sí Misma como protagonista de una historia y un contexto, de una individualidad y de un sistema, de poseedor de luz y de sombras, todo al mismo tiempo. Y, en el terapeuta sucede lo mismo. Esa relación es ”nostridad”, un encuentro auténtico y un proyecto abierto, donde lo que importa mucho no son las conexiones cognitivas que allí se puedan generar, sino la experiencia vivencial concreta que acontece. En ese espacio reside la clave de la curación y la sanación. Allí el paciente se da cuenta que vencer un conflicto no consiste en su eliminación sino en comprender que el conflicto es elaborado cuando se lo reconoce como maestro de vida por el aprendizaje que genera. Esto supone que se reconcilie con aquella parte de sí mismo de la que está separado, que disuelva los espejismos que le impiden ver la realidad no desde el anhelo infantil sino desde la madurez y, finalmente, desplegar su potencial bloqueado por la fragmentación y los espejismos.

El camino terapéutico no es un proceso cerrado sino un fragmento en devenir de la historia vivida en común, por terapeuta y paciente. Un fragmento que, con bastante certeza, reitera como fractal algo del ayer familiar de uno o de ambos del dúo terapéutico. El modo diverso en como el sistema del terapeuta resolvió el entuerto del paciente, puede ser la clave de la cura. Claro, si el terapeuta escucha las voces de la sabiduría sanadora de ambos sistemas.

Comentarios

  • Maria Muñoz Perez Posted 3 horas ago

    PBuen diarrea! Podría proporcionarme información de los horarios y costos gracias

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  • Rosa Elena Pérez Posted 2 horas ago

    Información por favor sobre el Curso Cuerpo, Vínculo y Ancestros. gracias.

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