¿Quiénes fueron nuestros ancestros “magos”? ¿Cómo usaron esos talentos? ¿Cuáles son nuestras pasiones? ¿Nos consumen? ¿Las consumamos?
La pasión es un tiempo propicio para los sentires del corazón. Para transitar hacía la realización, empujados por la fuerza de una energía que transforma. El Arquetipo del Mago presente en nuestra vida que nos llena de compasión, alegría y realización. Es el tiempo de unir lo carnal con lo espiritual. Pero, al mismo tiempo que es la fuerza que nos lleva a consumar y completar, es también la que puede descarrilarse y consumirnos y dilapidar nuestros potenciales.
El arquetipo del Mago se guía por la premisa de que los sueños se pueden concretar, siempre y cuando se luche por ellos. Su mayor deseo en alcanzar la comprensión de cómo funciona el mundo y su objetivo primordial, hacer que los sueños se conviertan en realidad. Transformar lo ordinario en extraordinario, lo cotidiano en trascendente, transformar las heridas en dicha, los abusos en reparación, la enfermedad en plenitud, el abandono en autonomía…
Pero, así como la pasión despierta al mago interior y al “mago familiar”, también puede desbordarse y funcionar desde un poder que nos consume y consume a los otros. En este punto se encuentran los abusos, perpetradores, víctimas y victimarios, violar las prohibiciones…
Uno aprende a despertar el mago interior en el seno familiar, en especial en la relación con el padre y las figuras masculinas. Sin embargo, la “magia” es fruto del don materno y las figuras femeninas. Reconciliarnos con lo femenino, con la pasión nos abre las puertas a la “magia”, sin ello solo nos conectamos solo con el “encantador”, un mago sin verdadera magia (capacidad de realizar el potencial).
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