La palabra duelo tiene dos raíces etimológicas: desafío y dolor. Cuando perdemos a un ser querido es necesario atravesar la aflicción de su muerte como un reto, como un proceso que nos confronta con lo desconocido.
El luto involucra una lucha transformadora. Así que no se puede reprimir, ignorar, subestimar o apurar. Luego de él, podemos estar en paz con lo que no tiene vuelta atrás.
Para este devenir, las culturas ancestrales ponían énfasis en los rituales de despedida, el acompañamiento en los aniversarios, el seguir compartiendo comida.
Desde la perspectiva sistémica y transgeneracional, podemos estar atorados con los lutos o ritos no efectuados o no realizados con dedicación en generaciones anteriores, de manera que se sienta que el muerto no descansa en paz.
Desde el punto de vista mítico, es necesario darle un lugar a Phótos: el dios griego del amor y el deseo ‘en y después’ de la muerte. Photos representaba el proceso de duelo como el anhelo por lo que ya no está. O como se dice en portugués: ‘saudade’: la presencia de su ausencia. Y tiene las claves para enfocar nuestras pérdidas sin evadirlas.
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