Invierno. época de serenidad, quietud, ensimismamiento. Si el verano y el otoño son estaciones en donde el otro/a son espejo de lo que no vemos de nosotros, la pareja invernal es maestría. El otro/a son maestros en nuestro proceso de evolución. Es la fase del ciclo relacional de la crisis existencial de la relación. Un tiempo de soledad y recogimiento personal, para a través de esa experiencia conectar y despertar la intimidad vincular que cada tanto se adormece.
En el periodo invernal del amor, la naturaleza de la relación parece más desconectada de la vida y del “nosotros”. Es un momento donde cada quien (y la pareja) se introvierte para recuperar fuerzas y conservar la energía esencial que los unió y que le permitirá fascinarse con la explosión afectiva de la primavera sin perderse en ella. La pareja vive “puertas adentro” y todo este proceso reorganiza la dinámica de la relación. La vitalidad deja paso a la reflexión, el ardor a la profundidad.
A todos. Solo se necesita estar abierto a la ventana de posibilidad de sanar nuestros vinculos y las memorias que los sostienen.
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